¿Cómo es que jamás me di cuenta de ti?
Lo lamento al haberte abandonado lúgubre muñeca.
Me acompañaste en días buenos, malos e inspiradores, y yo quise dejarte… de nuevo.
Lo lamento ser tan cruel. Lo lamento ser tan egoísta. Lamento ser tan nefasta.
¿Acaso controlarte fue mi ilusión? Manipuladores pensamientos del amor sano,
Estoy casi seguro que eso no existe, Porque si yo me siento bien, tú mal,
Y si yo me siento mal, tu bien.
¿Por qué lloras cariño? Estoy abriendo tu jaula, estoy dejándote ir.
“Pero suéltame” Susurraste, mirando con tus ojos convertidos en rubíes,
Mirando con insistencia mi mano en tu brazo.
No me había dado cuenta que seguía sosteniéndote.
¿Por qué no te puedo soltar?
En cambio, te agarré más fuerte, y hablaba, pero el que hablaba no era yo,
Sino mi boca, el que te sostenía, no era yo, sino mi mano.
El que te gritaba que te quedarás no era yo, sino mi ego.
Tenía que controlarme, Debo controlarme para dejarte ir, para dejarnos ir.
Volviste a mí, inesperadamente, giraste en mis brazos y tu cara se recostó en mi pecho,
Me conmovió tu sumisión, me desagrado tu estupidez, me volvió a enamorar tu olor,
Me enfureció tus brazos sobre mi cintura. Tú no te mereces esto. No me mereces.
Disfrute tu sabor por última vez en mis labios, y después te empuje lo más que pude.
Lejos, lejos del monstruo que el amor me había convertido. Porque te amé, te amo y te volvería a amar si volvieras. Pero no así. No posesivamente.
Comentarios
Publicar un comentario