Pronto esto se acaba.
Sigo queriendo que esto no lo haga nunca. Pero de todas maneras solo es querer. Un deseo inútil que cambia cada vez que un niño abandonado parpadea, o cada vez que un recién nacido, muere.
Que divertido, seguro ese recién nacido se habrá salvado del “trofeo” que es la vida justo antes de respirar más de 30 veces.
Pronto esto se acaba.
Y ya no existirán las matanzas, las discriminaciones, la profanación al suelo que pisamos, ni los gritos, ni la sangre ni la muerte. Solo vida.
Vida realmente viva. Quiero decir, se habrá acabado la plaga humana que lleva invadida la Tierra desde hace millones de años, solo existirá lo que desde un primer momento existió. Todo.
Todo y nada. Todo lo importante, todo lo vital. Lo demás solo es complementario. Existirá la luz de la luna, el agua de los ríos, lagos, océanos, el aire que nos regalaban los árboles, ni siquiera entiendo para qué tenemos aires acondicionados ahora. Volverán las praderas a simplemente ser eso, praderas. Un campo verde en donde puedes sentir que realmente puedes vivir y morir en ese mismo lugar. Volverá la calefacción del sol, el frío de la noche. Los animales volverán a sus hábitats, todo lo que para nosotros fue “nada” será el todo.
Ahora me pregunto ¿Y nosotros?
Hm. Estamos atacando a nuestra propia raza en África, Asia, en el Oriente, Occidente, solamente estoy nombrando pocos lugares en donde las guerras por creencias, peleas políticas, guerras por extensión, estamos acabando con las mujeres en Afganistán, y sin ellas no habrá más vástagos en la tierra. Si acabamos con una mujer, terminamos las posibilidades de tener descendientes de nuestros descendientes, de poder dejar huella en las próximas pisadas que queremos dar.
¿Por qué? Porque no nos soportamos ni nosotros mismos.
Estamos tan distraídos matándonos, que ya hay personas muriendo por sí mismas. Luchando por vivir, conectadas a una máquina que hace los latidos artificiales del cuerpo vegetal. Otras tratando de respirar también dependientes de un tanque de oxígeno, y por último, unas que ni siquiera saben por qué les toco estar en esa penosa situación de vida o muerte.
Saben cuáles son los más afortunados? Los que olvidan.
Oh, los que olvidan son los bendecidos de Cristo. No recordarán ni la matanza, ni que están enfermos, ni que el mundo se acabará en 10000000000000000000 segundos. Solo recuerdan el viento en sus rostros, el sentir el amor de sus parejas, el cariño de sus nietos, el cosquilleo de la risa en sus labios, el amargo sabor del buen café, todo lo bueno y lo hermoso quedará en sus recuerdos, y en nosotros… sus nietos, solo nosotros sabremos la verdad. El mundo muere, y estoy acostumbrándome a saber que se acerca el final.
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